LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR, DE OCTAVIA E BUTLER.

 

¡Hola gente!

Hoy os traigo una nueva reseña, La parábola del Sembrador, de la autora Octavia E. Butler. Vamos con la ficha técnica:

Título: La parábola del sembrador.

Autora: Octavia E. Butler.

Editorial en España: Capitan Swing.

Género: Ciencia ficción, distopía.

SINOPSIS

Cuando el cambio climático global y las crisis económicas conducen al caos social a principios de la década de 2020, California se llena de peligros, desde la escasez generalizada de agua hasta las masas de vagabundos que harán cualquier cosa para sobrevivir otro día más. Lauren Olamina, una joven adolescente de quince años, vive dentro de una comunidad cerrada con su padre, un predicador, su familia y sus vecinos, relativamente protegida de la anarquía circundante. En una sociedad donde cualquier vulnerabilidad es un riesgo, ella sufre de hiperempatía, una sensibilidad debilitante hacia las emociones de los demás. Precoz y lúcida, Lauren debe hacer oír su voz para proteger a sus seres queridos de los desastres inminentes que su pequeña comunidad ignora obstinadamente. Pero lo que comienza como una lucha por la supervivencia pronto conduce al nacimiento de una nueva fe y a una sorprendente visión del destino humano.

SOBRE LA AUTORA

Octavia E. Butler fue una escritora afro estadounidense de ciencia ficción, ganadora de prestigiosos premios de género como el Locus, el Nebula o el Hugo (recibiendo estos dos últimos, además, varias veces).

En España se ha publicado su relato Hija de Sangre, la novela Parentesco, su trilogía Xenogénesis, y sus Libros de las Parábolas: La Parábola del Sembrador, y su secuela, La parábola de los Talentos.

Su bibliografía se caracteriza por el empleo de la ficción especulativa como vehículo para reflexionar sobre cuestiones como el racismo, la religión, la sexualidad o la violencia.

OPINÓN

Lo primero que pensé cuando leí la novela Parentesco, mi primera incursión en la obra de Octavia E. Butler, es que era incomprensible que la misma pasase desapercibida en los planes de estudio.

No es que los grandes señores de la distopía tengan un papel central en las clases de lengua y literatura españolas. Pero a veces aparecen, se habla de ellos, y se recomienda su lectura en materias como filosofía.

Desconozco si la total ausencia de la obra de Butler se debe a que es una autora considerada muy estadounidense, y por tanto, menos universal (lo cual me parecería una chorrada, en realidad), o si más bien se debe a que es mujer. Y negra.

Prefiero pensar que lo último no es cierto, y que simplemente no se la menciona porque es una autora desconocida. No se sabe de ella, ni de su obra. Reconozcamos que al margen de Orwell, Huxley o Shelley, la literatura fantástica o de ciencia ficción aún tiene que enfrentarse a prejuicios, y al pensamiento recurrente de ser "literatura de nicho" o "literatura menor".

La consecuencia de estos erróneos juicios de valor es que novelas como Parentesco, que supone una de las reflexiones más inteligentes y certeras sobre las dinámicas de la esclavitud y el racismo, pasan desapercibidas, y solo se dan a conocer entre los lectores de género.

Algo parecido sucede con La parábola del Sembrador, novela perteneciente al subgénero de la distopía más pura. Ya sabéis, un mundo destrozado tras múltiples advertencias desoídas por parte del ser humano sobre el medioambiente, la escasez de recursos que provoca la codicia sin fisuras, y la resultante brecha cada vez mayor entre ricos y pobres.

Pensaréis que es algo que ya hemos visto en varias ocasiones, escenarios manidos con argumentos ya escuchados sobre lo voraces y destructivas que somos las personas.

Entonces, ¿ qué hace que esta obra sea diferente de otras distopías?

Principalmente el enfoque profundamente humanista y esperanzador que Octavia E. Butler otorga a todas y cada una de sus páginas. Frente al pesimismo cínico de otros autores, Butler prefiere pensar que el desastre que rodea a sus personajes es una oportunidad para abrazar un cambio definitivo, para construir sobre lo que se ha destruido, y dar voz a una nueva forma de entender la vida y la sociedad.

Dicha perspectiva se consigue gracias al personaje a través del cual la autora decide contar la historia: Lauren, una chica de 16 años al inicio de la novela, quien vive en una de las pocas urbanizaciones cerradas que aún quedan en pie en los Estados Unidos, y que padece una extraña condición conocida como hiperempatía.

Gracias a este "trastorno", Lauren es capaz de sentir en sus propias carnes el dolor de los demás, incluido el físico, lo que otorga a la protagonista una madurez y una capacidad bastante peculiar y única de asimilar el derruido mundo que la rodea.

Sabedora de que el vecindario en el que vive no resistirá mucho más ante la violencia y delincuencia que los rodea, Lauren comienza a plantearse la necesidad de salir al mundo, por muy horrible que este parezca. Su hiperempatía, que en principio es percibida por ella y su familia como una debilidad que debe ocultarse a los demás, finalmente se revela como una cualidad que provoca dolor, pero que también puede convertirse en una fortaleza que permite tender puentes entre los demás y dejar paso a la confianza necesaria para construir una comunidad sólida, una nueva sociedad.

Los personajes, liderados por una Lauren cada vez más segura de sí misma y del camino que debe seguir (a pesar de su corta edad), deben hacer frente a un mundo donde el cambio climático ha provocado una sequía que hace que el precio del agua sea estratosférico. El resto de la economía también ha caído, con una inflación elevadísima, una gasolina carísima (a ver a qué nos recuerda esto...ejem), y una vuelta al pasado donde el trueque y el autoabastecimiento de las comunidades de vecinos parecen ser la respuesta.

Las referencias a la política que hacen los personajes, así como a los líderes de esa Estados Unidos desolada, no dejan mucho paso para la esperanza. La desconfianza a dirigentes y personas en el poder es sistemática, porque ante la escasez no han sabido dar otra alternativa distinta a un sistema capitalista que se ha revelado como un sistema fallido.

Al contrario, las diferencias de clase son absolutamente abismales. Están los asquerosamente ricos, luego los pobres que otrora eran la clase media (como Lauren y su familia), y muy por debajo los indigentes, las personas que viven en calles e infraviviendas. Los adictos a una nueva droga que despierta en quienes la consumen el deseo voraz de quemarlo todo hasta las cenizas.

Cada vez que Lauren, o alguno de sus vecinos o familiares tienen que salir de la urbanización donde viven aislados al mundo exterior, se topan con asaltantes, drogadictos, gente hambrienta dispuesta a canibalizar para poder llevarse algo a la boca. Violencia sexual muy gráfica, especialmente contra mujeres que son intercambiadas y vendidas por sus familias como moneda de cambio para obtener comida, abusos a infancias destrozadas, o matrimonios precoces son comunes para aquellos desesperados ante la ausencia de una vida digna.

Según Butler, la violencia no es innata al ser humano, sino una consecuencia inevitable de la pobreza extrema, de la desesperanza ante la ausencia de cambio o interés alguno por la solidaridad frente a los más necesitados. La desconfianza ante el otro es la cualidad que define la socialización en el mundo que presenta la autora. Esperar siempre lo peor de los otros, de los desconocidos, porque de lo contrario te conviertes en un blanco fácil y puedes perder la vida de las formas más violentas imaginables ( y créeme, serás afortunada si se limitan a matarte y ya está).

Tal y como lo pinto, no parece que exista esperanza para el ser humano en el universo creado por la autora, pero lo cierto es que, como ya hemos adelantado anteriormente, esta es una obra que deja un mensaje optimista.

¿La clave? La importancia de la comunidad y de la necesidad de forjar lazos con los demás para pervivir como especie.

A lo largo de la novela, y sin ánimo de hacer spoilers, Lauren se ve obligada a abrirse a un mundo que siempre le han dicho que se la comería. Y en vez de hacerlo sola, decide, contra todas las enseñanzas que le han inculcado, confiar en otros. En distintos personajes que van apareciendo a lo largo de su camino, con historias no muy diferentes a la suya, o incluso en ocasiones, mucho peores. Abrirse a los demás es un riesgo, parece querer decirnos Butler (aún mayor dada la hiperempatía de Lauren), pero también es el único camino para prosperar.

Las personas no vivimos en soledad, y de manera individual no somos nadie ni llegamos a nada. La importancia de los lazos comunales, de la puesta en común de habilidades y destrezas al servicio de la sociedad, y de la solidaridad y la confianza para poder sobrevivir a los momentos más duros de la vida suponen uno de los mensajes más hermosos planteados por la autora.

El otro gran mensaje, para mi sorpresa, es la importancia de la espiritualidad para crecer como personas y como sociedad. Lauren (al igual que la propia Butler) ha sido criada en la religión baptista, y de hecho, su padre es predicador. Pero la protagonista no cree en el Dios católico cuya fe promulga su familia. Según ella, ese Dios equivale a la pasividad, al no hacer nada mientras esperamos "que tenga que ser lo que el señor disponga".

Lauren tiene en mente una propia religión que pretende llevar a la práctica, y cuyo centro es El Cambio. No se trata de un Dios amor, o de un ente castigador, ni siquiera de virtud vs pecado. Se trata de centrar la motivación humana en la energía del propio Cambio en sí mismo. Dios es Cambio, es un mantra que Lauren no para de repetir. Adaptarse o morir en el intento. Sacar fuerzas, construir algo nuevo, prosperar, son los fundamentos de la religión de Semilla Terrestre, algo que Lauren quiere implantar en la comunidad que desea crear.

Finalmente, nuestra capacidad para vivir en sociedad y para iniciar y poner en marcha el cambio son las herramientas más poderosas que poseemos ante la adversidad. Por eso creo firmemente que a pesar de todo el horror que Butler nos narra, ella creía que para nosotros aún hay esperanza.

CONCLUSIÓN

Para los amantes de las buenas distopías que creen que no todo está perdido, para las personas dispuestas a apartarse del cinismo, para aquellos que piensan que se puede construir incluso en el más destartalado de los escenarios. Para aquellos que saben que el idealismo no está reñido con la inteligencia. Para los que creen que el ser humano merece la pena, a pesar de todo.

NOTA

9