SOBRE LA AUTORA
Myriam M. Lejardi inició su carrera en el mundo literario escribiendo fanfics (especialmente) ambientados en el universo de Harry Potter. En este sentido, es autora de uno de los más destacados longfics en español, Mortífago, en el que da voz a los slytherins antagonistas de Harry Potter, imaginando cómo podrían haber sido sus vidas a lo largo de los siete años que Potter pasó salvando el mundo.
Colaboradora en varias antologías de relatos, su primera novela publicada, Olor a menta, pertenece al género de romance paranormal. Tras esta, de corte más juvenil, llegarían sus novelas New Adult (algunas contemporáneas, otras pertenecientes al subgénero de la urban fantasy).
Gracias a estas últimas publicaciones, la autora se ha convertido en una de las voces más distintivas, originales y diferentes en el panorama de la romántica actual.
Tres (no) son multitud, continúa en el mismo universo de Cómo (no) enamorarse, protagonizada por tres de los personajes secundarios de esta última.
OPINIÓN
Como lectora de género (ya sea terror, fantasía o romántica), a lo largo de mi vida me he enfrentado más veces de las que me gustaría a las siguientes frases: ¿no te cansas de leer siempre lo mismo?, o mi favorita, ¿cuándo vas a empezar a leer literatura de verdad?
Sin ánimo de entrar en ese debate estéril y sin sentido, que no lleva a ninguna parte y debería estar más que superado, lo que es innegable es que los géneros tienen códigos, tópicos, tradiciones y sellos culturales.
En el caso de la romántica, la evolución del propio género ha ido aparejada a la de las mujeres, ya que los conflictos de las mismas tienen un lugar esencial dentro de esta literatura, dado que la mayor parte de quienes la cultivan son, efectivamente, mujeres.
Eso quiere decir que las lectoras de romántica hemos tenido que saber distinguir el grano de la paja, lo que en este caso supone cribar aquellas novelas que contribuyen a perpetuar los roles de género sexistas (relaciones románticas que se conciben como juegos de poder y/o dominación), y saber seleccionar aquellas que construyen conflictos, personajes y dinámicas que o bien han superado estos roles, o bien presentan personajes que por cuestiones sociales encajan dentro de los mismos, pero esto no se concibe de manera tóxica.
Si tuviera que decir a qué categoría pertenece la romántica de Tres (no) son multitud, (y en general la romántica de Myriam M. Lejardi), afirmaría que no sólo pertenece a la primera, sino que además sus historias y su forma de concebir el género suponen una ruptura con la mayoría de las cosas que se hacen en el mismo.
Especialmente porque esta novela, y la duología a la que pertenece, están inscritas en el subgénero del New Adult, uno que nos viene directamente de la concepción que en Estados Unidos se tiene de la vida de una persona joven-adulta (veintipico). Las autoras que lo escriben con éxito en nuestro país suelen optar por ambientar sus novelas en Estados Unidos, o bien por reproducir los tropos que nos vienen desde allá, marcados por cierto conservadurismo rancio y una visión del mundo universitario y el mercado laboral a esas edades que no se corresponde con lo que viven los jóvenes en nuestro país.
En Tres (no) son multitud se rompe con todo esto.
Primero, porque no se trata de una historia de amor entre dos personas, sino entre tres. Y si bien cada vez hay una mayor presencia del poliamor en el género, es bastante frecuente que cuando los protagonistas son un trío de chico-chica-chico, se opte por el morbo y se sexualice hasta la extenuación la situación, optando por marcar, fantasear y fechitizar aún más el rol de mujer dentro de la relación,
La autora, por el contrario, construye a tres personajes que escapan de los roles de género, que ya los tienen más que superados, o que viven con las consecuencias de que la sociedad los intente definir a partir de ellos. Esto es precisamente lo que le sucede a Lia, el personaje femenino, quien lleva la voz cantante en el tema sexual y a quien más le cuesta ser vulnerable en el terreno afectivo.
Justo su incapacidad para mostrar vulnerabilidad, y las consecuencias que ha tenido en su autoestima el ser vista como un objeto sexual a lo largo de su vida, son los conflictos que tiene que superar este personaje. Pero no porque la autora la castigue por ser una mujer sexualmente muy activa, y que disfruta de ello. En ningún momento el viaje del personaje consiste en cambiar eso, en escarmentarla porque no es lo que se supone que debe hacer una protagonista virtuosa, sino porque su recorrido consiste en entender que es válida más allá de su físico, y no solo por él.
Por otro lado, los personajes masculinos no entran a medir su masculinidad y a competir por quien la tiene más grande cual gallitos de corral, sino que forjan desde el principio una amistad al margen de la chica, que va dando paso a algo más.
Aquí el concepto de masculinidad tóxica de la erótica no tiene cabida, ni sentido. Porque, una vez más, eso ya está más que superado. Rodri es el personaje que más se engancha emocionalmente hablando, y al que más igual le da el concepto de hombría. No teme mostrar cariño y habla abiertamente de sus sentimientos. Natán acaba de salir de una relación donde no ha podido ser él mismo, y actualmente está descubriendo lo que le gusta y quién es. Se presenta como alguien nervioso, torpe a veces, y permanentemente confuso. No hay armaduras emocionales ni personajes masculinos bloqueados sentimentalmente hablado.
El otro aspecto que diferencia esta novela de sus homólogas estadounidenses, es el reflejar de manera realista la vida de los veinteañeros en España. Los personajes no parecen la idea que una persona adulta tiene de lo que debería ser o a lo que debería aspirar una persona de diecinueve o veintipoco. La mayoría reciben una ayuda de sus familias (porque básicamente no pueden costearse solos los estudios o los alquileres), están explorando a nivel sentimental-vital, y en general están descubriendo y experimentando que quieren hacer con sus vidas. En definitiva, se sienten reales.
Y eso se refleja por supuesto en sus voces, porque la autora hace un buen uso de la primera persona (igual un pelín peor que en otras novelas suyas), los tres personajes hacen gala de sus personalidades, de sus debilidades y de sus fortalezas en sus monólogos internos y en cómo narran sus vivencias. Y te los crees todo el tiempo, incluso cuando la comedia más absurda se apodera de sus mentes. Porque esa es otra, es imposible concebir la romántica de Lejardi sin sus locas dinámicas de grupo y su comedia al estilo American Pie, pero mucho más efectiva y por supuesto con cero casposidad.
Entonces... ¿me ha gustado absolutamente todo de esta novela?
Digamos que no. De hecho, lo primero que pensé tras leerla es que me había dejado con las ganas.
Y es que mi problema principal con Tres (no) son multitud, es que he sentido que era una novela desequilibrada en algunos aspectos. Me explico, la labor de la autora no era única y exclusivamente desarrollar una dinámica de pareja más los respectivos conflictos personales de cada uno de sus miembros. Había que desarrollar tres dinámicas de pareja, más una dinámica de trío. Es decir, cada uno de los personajes tiene su propia relación con los otros dos, más luego la que tienen los tres en conjunto. Más luego la que tienen consigo mismos.
Para hacer esto, la autora emplea cambios de tiempo, flashbacks y elipsis. Y aunque no puede decirse que esté mal hecho, si que siento que en algunos momento se apresura o falta desarrollo en algunas dinámicas. Eso ha hecho que como lectora, a veces me encuentre fuera de la lectura, analizando los entresijos de la misma, en vez de dentro de la obra, viviendo junto a los personajes.
Esta falta de equilibrio se percibe especialmente en el cierre de la novela, donde la autora intenta atar todos los cabos sueltos posibles relacionados con los personajes secundarios. Quienes, por cierto, merecían historia propia. ¿Es posible que la autora quisiera escribir una tercera novela para cerrarlo todo bien, pero que la editorial no haya dado luz verde? Esa sensación transmite, la verdad.
Por último, siento que en esta novela Lejardi ha hecho uso de ciertas frases hechas, o recursos empleados en la romántica para describir cómo se sienten los personajes, que suenan cursis o ñoños, cuando es una autora que suele escapar bastante de todo eso. Esta es una de las cualidades que más aprecio de su literatura, así que espero que se trate de una percepción mía en esta obra y no de un cambio de estilo.
CONCLUSIÓN
Tres (no) son multitud y la duología a la que pertenece, son para aquellos que disfrutan de una buena comedia romántica, pero que al mismo tiempo están dispuestos a ir más allá de los convencionalismos del género. Si sois de la romántica clásica, igual no es para vosotros, pero si pensáis que son necesarias autoras que innoven y refresquen ideas algo manidas, Myriam M Lejardi es imprescindible.
NOTA
7,5
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