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LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE RONALD BILLIUS WEASLEY

   


    Ser parte del fandom de una saga literaria implica un compromiso a largo plazo que pasa por: emocionarte cada vez que la autora/o publica el siguiente libro, languidecer a la espera del próximo que igual tarda años en ver la luz (mis condolencias si eres seguidor de George R.R. Martin o de Patrick Rothfuss), meterte en el maravilloso a la vez que perturbador mundo del fanfiction (algunos pairings te dan ganas de meter la cabeza debajo del agua para no salir jamás) o mantener debates acalorados en Twitter sobre por qué X personaje es mejor que Y. 

            Personalmente, uno de los aspectos que más disfruto como fan o seguidora de una saga literaria es cuando anuncian la futura adaptación cinematográfica o en formato serie de televisión.

            Las pequeñas noticias que te van dando poco a poco, asistir al proceso de selección de casting, quejarte amargamente cuando estás convencida de que va a ser una mierda como una catedral, y por supuesto, los nervios de la semana previa al estreno y la increíble sensación de ir al cine a verla (o ponértela desde el salón de tu casa encendiendo Netflix).

            Para bien o para mal, tanto si es buena como si es mala adaptación, el fandom resurge con fuerza y la saga literaria vuelve a estar en la palestra. Y si hablamos de adaptaciones que han tenido tanto o más éxito que el material original en que se basan, es inevitable sacar a colación el universo de Harry Potter.

            Tras ocho películas que adaptan los siete libros que componen la saga (The Cursed Child…¿eso qué es?), y algunos otros experimentos cinematográficos (Animales Fantásticos…¿eso qué es?), es evidente que el impacto que la saga de libros de J.K. Rowling (empeñada en cargarse su legado con ranciedades e intolerancias varias, aunque esa es otra historia) ha tenido en la cultura se debe en buena parte a sus adaptaciones cinematográficas, taquillazos absolutos todas ellas.

            Pero…¿son un fiel reflejo del material original?

            Ronald Billius Weasley te diría que no.

            Encarnando el arquetipo del mejor amigo del protagonista, el personaje de Ron es el que peor parado ha quedado tras el paso de libro a película, debido al empeño por parte de los guionistas de hacer de este personaje el clásico alivio cómico.

            Mientras que el resto de componentes del trío protagónico tienen un rol claramente establecido (Harry es el elegido, el prota, y Hermione es la chica lista que los saca de todos los apuros), en el universo cinematográfico Ron se limita a ser el amigo payaso, el bufón que está ahí para hacer reír al público.

            Pues déjame que te diga algo que igual te sorprende sobre el Ron de los libros: es un as en estrategia, defiende a muerte a sus amigos, se come el miedo con patatas (recordemos las escenas con las arañas y todas aquellas veces en que no ha dejado solos a Hermione y a Harry que son mucho más impulsivos y cabezones que él, aún sabiendo que se estaban metiendo en la boca del lobo), y muy importante, aporta el sentido común.

            Aquellos que sólo estáis familiarizados con las películas seguramente estéis pensando que estoy absolutamente equivocada porque el papel de ser la voz de la razón es el de Hermione Granger que para eso es la lista del grupo.

            Pues no, amigos míos, ese es el papel de la Hermione Granger de las películas, ya que los guionistas obvian un dato importantísimo: que de los tres amigos, Ron es el único que verdaderamente conoce el funcionamiento del mundo mágico, porque, sorpresa, es quien ha crecido sabiendo toda su vida que es un mago y que la magia existe.

            En las películas, empeñados en hacer de Hermione la constante fuente de conocimiento de absolutamente todo, despojan a Ron de momentos donde es él quien ofrece respuestas a preguntas importantes.

             Por ejemplo, cuando en Harry Potter y la Cámara Secreta, Draco insulta a Hermione llamándola “sangresucia”, la chica no tiene ni la más remota idea de qué es lo que le han llamado y tampoco reacciona de ningún modo ya que no es consciente del racismo que ese apelativo conlleva, puesto que ha sido criada en el mundo muggle. Exactamente sucede lo mismo con Harry, siendo Ron, por tanto, el único que reacciona frente a Malfoy, y explicando posteriormente a sus dos amigos la gravedad de lo que ha ocurrido.

            Pues bien, en las películas es Hermione, quien explica al espectador y a Harry el significado de esta palabra, arrebatando así un momento de lucidez y empatía a Ron.

            Asimismo, en los libros es Ron quien ante varios planes descabellados de los otros dos, intenta pensar a largo plazo en todas aquellas cosas que podrían salir mal, lo que le convierte en un personaje previsor y sensato. En las películas, de nuevo, este rasgo se lo han atribuido a Hermione, mientras que Ron se limita a ser el amigo que no para de quejarse por todo sin aportar solución alguna a nada.

            Por supuesto, a medida que los personajes entran en la adolescencia, Ron (al igual que el resto) comienza mostrar inseguridades, celos y otros defectos que no hacen de él un mal personaje, sino un personaje humano.

            Último hijo varón de una familia numerosa, donde todos los hermanos ya tienen un rol claramente marcado, tiene que conformarse con ser el segundón también dentro de su grupo de amigos, lo que provoca que reaccione a la defensiva ante Hermione (quien destaca por su brillantez académica y marisabidismo) y ante Harry (quien es básicamente el centro de una profecía que podría suponer la salvación o condena del mundo mágico).

            Esta sensación de inutilidad llegaría a su cénit en la mítica escena de Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte cuando el horrocrux afecta anímicamente a Ron hasta tal punto que provoca que abandone a sus dos mejores amigos en mitad de un bosque, para regresar posteriormente, destruyendo  el guardapelo mientras este escenifica sus peores inseguridades (a pesar del dechado de sutileza de la Rownling, en esta casa aún a día de hoy se nos pone un nudo en la garganta cuando pensamos en esta escena).

                        Evidentemente, el Ron adolescente era una hormona con patas, quería impresionar a las chicas físicamente hablando (recordemos su etapa quidditch y esa tonadilla de “a Weasley vamos a coronar”), se frustraba con Hermione porque sentía que estaba muy por debajo del intelecto de la chica, y se cabreaba con su hermana pequeña por tener vida amorosa porque en el fondo los Weasley son bastante conservadores, no nos engañemos.

            Debido a estas actitudes infantiles e inmaduras, absolutamente propias de lo que significa ser adolescente, Ron ha sido un personaje constantemente vapuleado por las películas e incluso por el fandom, quien ha llegado a compararlo con míticos “good guys” (dícese del tópico del buen chico que en realidad es un machirulo de mucho cuidado) como Ross Geller o Ted Mosby.

            Lo cierto es que su único pecado ha sido el de criarse en una familia tradicional, ser adolescente hombre normativo en los años noventa, y tener una autoestima de mierda, sazonada con múltiples inseguridades y meteduras de pata varias.

            Ron es un desastre que a veces atina en ser la voz de la razón, lo más cercano que la puritana Rowling estuvo jamás de escribir un adolescente cachondo, y en general un chaval imperfecto en la carrera constante de crecer llenando los zapatos que suponen el ser el mejor amigo de una enciclopedia andante y nada menos que “el niño que vivió”.

            Harry llevaba demasiado equipaje (aka era aburrrrrrido), mientras que la fuerza inquebrantable de Hermione era absolutamente aspiracional, pero fue Ron el miembro del trío de oro que mejor supo transmitir lo que era ser una calamidad emocional e insegura de 15 años.

            Es el mejor amigo del héroe, pero siente celos de él, duda de su papel e incluso lo abandona a lo largo de su viaje (no es el fiel Sam siguiendo a Frodo con adoración incansable). Tiene defectos y se enrabieta, actúa movido por esos sentimientos feos que la Rowling se empeñaba en encasquetar a otros personajes (y más si vestían de verde, ejem…), y por eso mismo su viaje es el más conmovedor del trío, porque no tenía que enfrentarse a un poderoso mago oscuro, sino a la constante frustración de tener 16 años y no estar seguro de una mierda.

            Las películas no supieron ver al secundario de oro que tenían (con Hermione les bastaba y les sobraba), e incluso en los últimos años su creadora no se ha esforzado en ocultar que es el miembro del trío que menos gracia le hace.

            Una pena que J.K.Rowling vuelva a renegar de uno de los personajes que mejor supo construir (o igual fue chiripa), mientras se empeña en exprimir la gallina de los huevos de oro de un universo que hace mucho que pertenece a los fans.


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